Hogar, dulce hogar
Prima di partire per un lungo viaggio, devi portare con te la voglia di non tornare piu, canta Irene Grandi. ¡Cuanta razón! No hay nada que me fastidie más que los chovinistas que se pasan el día menospreciando lo que tienen alrededor en pro de una patria fantástica de la que se separaron por propia voluntad. Ahora bien, entre el blanco y el negro existe una amplia gama de grises y si, por alguna casualidad, usted ha ido a parar a Bélgica sabrá porque tan a menudo canto interiormente, con esa nostalgia que humedece los ojos, Mediterráneo de Serrat.
Bélgica, ¿país de la cerveza? ¿De los diamantes? ¿Capital europea? Bélgica es por encima de todo la capital de la lluvia, del cielo grisáceo, de la escasez de luz (sin exagerar diré que en los 15 últimos días de mayo no apareció el sol más de 20 minutos en total), del viento que te impide avanzar o te sacude violentamente… No es una estupidez, aquí los que venimos del sol caemos fácilmente deprimidos y necesitamos curas a base de billete económico de avión hacia el Sur.
Me cabrea también el maldito horario europeo. Si bien es cierto que en el Estado español se siguen horarios laborales inhumanos (puedo afirmarlo después de trabajar durante más de un año en una librería), aquí no sabes donde gastarte la pasta entre semana ya que está todo cerrado cuando sales de trabajar (si, puedes hacerlo en cerveza y gofres, pero tras un mes de borrachera seguida y dolores de estomago por exceso de azúcar, estarás de acuerdo conmigo que sería mejor pa el cuerpo poder ir a librerías, tiendas de discos o boutiques de ropa) y el fin de semana, como quieras levantarte tarde (como é bom não fazer nada e depois descansar) o hacer la siesta lo tienes crudo, pues todo cierra a las seis y media. Lo siento, pero para los que amamos salir tarde a pasear, pasar horas entre libros, sentarnos a mitad de la ruta comercial a tomar un café… esto es inhumano. Mas de una tarde de sábado he debido convertirme en superwoman, corriendo de un sitio para otro para hacer la compra del supermercado, ir a la frutería (si aquí la fruta sabe a agua, imagínese si la compro en las grandes superficies), a la carnicería, a por el pan, a comprar libros que devorar (¿he dicho ya que sufro insomnio?) y a por alguna tontería de Zara que no podré lucir porque aquí siempre llevo el abrigo encima, incluso en la oficina (no voy a contar las innumerables peleas por una chispita de calor…Trabajo en una ONG y, como la calefacción contamina, debo sufrir estoicamente el frío). ¡Estoy hasta las narices!
Si, mi novio es belga, que se le va a hacer, only fools fall in love! Me pilló desprevenida, de vacaciones en Italia, y parecía tan galán…. Le quiero, eso seguro, pero el amor no me vuelve ciega: ¡Bélgica es un horror! Lo único bueno que tiene es que puedes escapar del país cada fin de semana: Londres, París, el norte de Francia, Alemania… Me paso la semana pensando en escapar el fin de semana (y, ¿cuando hago las compras?, se preguntaran ustedes. Pues en la media hora de pausa para almorzar que me dan en el curro, 30 minutos por 5 días igual a 2 horas y media… No voy al gimnasio, pero hago bastante deporte driblando gente mientras corro por la calle).
Flandes es, histórica y artísticamente hablando, un paraíso, no lo dudo. Visiten ustedes Gante, Brujas y Amberes y me darán la razón. Ahora bien, ¿a quien le apetece ir a admirar ciudades bajo la lluvia o el chirimiri que cae del cielo día si, día también? Me paso los domingos con el gato en el sofá de casa, escuchando música, leyendo y viendo la tele, y sólo tengo 25 años, joder, ¡esto no es vida!
Otra cosa odiosa de este país es el carácter aburguesado de la gente, incluyendo a los que trabajan en el sector servicios. Todos los extranjeros que vivimos aquí (que somos muchos, la verdad. ¿Masoquistas? Quizá si en el Estado español no estuviera tan chungo tener un buen trabajo….) odiamos a los belgas (mi novio a parte, por favor, que se sabe el Himno del Barça de memoria). Son fríos, ariscos, desagradecidos y petulantes. Voy a la panadería y me tratan como si fuese una pobre nena del Sur que mendiga por su pan; voy al mercado y como no soy de aquí, intentan hacerme pagar más de lo que le cobran a la flamenca o a la valona que estaban en la cola antes que yo; voy a correos y se ríen de mi acento español; me pongo una falda fucsia y todos me observan creyendo que soy parte de una representación folklórica; solicito orientación a un policía (el único que encuentro por la calle, a las siete no pasea ni Dios, solo los turistas) y me mira como diciendo, ¿estás legalmente en mi país? Te hacen sentir diferente a cada momento, pero la verdad es que me afecta poco. ¡Como me gusta ser diferente!
¡Quiero ir a tostarme bajo el sol! ¡Quiero sudar! ¡Quiero vagabundear por calles atestadas de gente! Quiero simplemente levantarme y que Bélgica sea Catalunya! Por lo menos soñar es gratis y no tiene horarios de acceso.
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